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sábado, 15 de julio de 2017

Juzgamos sin conocer, no podemos evitarlo

Así somos las personas. Vemos a alguien y por su aspecto ya pensamos algo: vaya pinta, viste demasiado elegante, qué ropa tan extravagante, vaya color de pelo...

Y, probablemente, el hecho de que nos llame la atención una cosa no sea malo.
Lo que es malo es ir más allá de ese pensamiento y reaccionar con un mal gesto, con una mala mirada, o peor aún tratando mal con hechos o palabras a esa persona.

¿Cuántas veces hemos conocido a alguien por medio de otras personas? Y probablemente la primera imagen que hemos tenido es aquello que nos han dicho.

El error está en no dar la oportunidad a esa persona para que nos muestre cómo es realmente, porque probablemente el punto de vista que otros tienen sobre ella no sea lo que nos acabe pareciendo a nosotros.

Muchas veces he vivido en mí misma miradas de rechazo cuando me ven llegar a un sitio puesta de pañuelo y ropa larga. Ahora bien, para mi sorpresa, y sobre todo para sorpresa de las personas que me estaban mirando mal, todo ha cambiado cuando he hablado.
¿Y por qué? A veces simplemente porque me escuchan hablar un español perfecto y se dan cuenta de que, o soy de aquí o llevo aquí toda una vida. Pero, otras veces, ha sido más mi educación, una sonrisa a su mala cara, un saludo, una despedida, o el hecho de que la gente vea que me integro perfectamente en la vida social.

Ahora mismo vivo en un pueblo donde hay muchos extranjeros, y muchos musulmanes.
Ven hombres con ropa larga casi a diario, y mujeres con hijab y jilaba por todas partes.
El problema es que, por lo general, estas personas están apartadas de la sociedad, no participan en actividades, no frecuentan negocios locales, etc.  Y así es como se nos juzga a todos, pensando que no sabemos vivir en sociedad.

Demos la oportunidad a las personas de que se muestran como son, y dejemos de juzgar por las apariencias o por lo que nos han dicho

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